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Me desbarranqué con la tentación de chequear mi Instagram cuando llevaba casi 2 semanas de este ayuno digital… y sí, lo confieso, me lancé en caída libre. Aunque no caí en el scroll infinito, pero sí revisé algunos comentarios, mensajes y solicitudes de amistad, me embarré, pero no hasta arriba… quién se quiere engañar, pensé que llegaría al mes sin consumir información de mis redes, pero bueh, lo que pasó, pasó.

Me toca seguir, al fin y al cabo esto es un experimento. Pensándolo detenidamente, pasar 15 días sin consumir información de las redes puede ser un lapso relativamente respetable para alguien que sufre de una fuerte adicción a la tecnología. Pretendo seguir con el mismo experimento, y si vuelvo a fallar, pués ya les contaré, pero espero no tener que hacerlo.

Me voy a imponer 15 días más como penitencia, y rezaré 5 Steve Jobs, y 10 Mark Zuckerbergs. Creo que con eso redimiré mis pecados digitales, e intentaré seguir con este patrón de optimizar mi tiempo útil, que BTW, me está gustando bastante.

No estar metido todo el día en las redes sociales trae consigo una cantidad de beneficios en cuanto al tiempo se refiere, además la capacidad de concentración adquiere un matiz mucho más intenso, no interrumpimos nuestras labores y estudios constantemente revisando las redes, así sea por 10 segundos.

No lograr mi cometido en esta primera parte del “challenge” me desmotiva bastante, no lo puedo negar, es un golpe duro para la moral, pero siempre he tenido buena capacidad para levantarme después de caídas estrepitosas, algunos le llaman resiliencia. Afortunadamente esta no fue una de esas, pero ya se está convirtiendo en una cuestión de honor lo que inicialmente comenzó como un simple juego.

Hace 25 años atrás nadie pensaba que podría existir gente que escribiera sobre cómo desengancharse de las redes sociales para salirse del “grid”, este sistema que ha convertido en zombis a gran parte de la población de todo el mundo, almas que deambulan en piloto automático sumergidas en las pantallas de sus teléfonos y computadoras.

Durante mi niñez tampoco pensé que sería una “vistima” de las redes sociales, algo que ni siquiera existía, pero después de una breve introxpección, todo comienza a tener sentido. En mi infancia fui fanático de los videos juegos, prácticamente pasaba gran parte del día y la noche manipulando los controles remotos  con tal vehemencia que parecía estar poseído por la pantalla de la TV, muy al estilo Polstergeist.

De un día a otro, los video juegos no me hicieron más clic, y me dediqué de lleno al skate boarding y el surfing por un buen tiempo, mi mente se desenganchó de un “vicio” y pasó a otro mucho más sano, sin lugar a dudas creo que fue un muy buen cambio, nada como ser “adicto” al deporte. El hecho es que comencé a manifestar un patrón o tendencia a enfocarme intensamente en el uso artilugios tecnológicos y actividades físicas.

Por último vino la música, justo después de terminar mi adolescencia; aunque aún le sigo guardando cierta pasión a los deportes mencionados, mi vida dio se volcó netamente sobre la música y el desarrollo multimedia desde hace más de 20 años.

En gran parte las redes me han ayudado a difundir mi música, esto sin lugar a dudas no tiene precio, las redes son grandiosas para la promoción, pero cuando te enganchan, puedes terminar dedicándole más tiempo a ellas que a la propia música; esto no está nada bien.

Así que el propósito continua. Ahora será 1 mes y medio, si, un mes y medio sin redes. A pesar de que hice trampa y me metí en Instagram y Facebook por breves instantes, pero varias veces en un solo día, me vuelvo a comprometer con el reto inicial; ese de emprender esta rigurosa dieta digital en la que me auto prohíbo consumir información de las redes sociales. He dicho.

Cambio y fuero


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