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Logré superar el primer día sin usar redes sociales, aunque para ser sincero debo revelar que casi hice trampa. A las pocas horas de haber publicado en Facebook el artículo que escribí ayer titulado “El día que dejé las redes sociales”, le pedí a mi novia que se metiera en mi Facebook para que me contara sobre las reacciones del artículo, me miró con cara de odio, le echó un vistazo, pero a los pocos segundo asentimos mutuamente que no era el camino adecuado. Esto lo hice una vez, y acto seguido me pegué un par de auto cachetadas para que se me quitara la estupidez.

Es difícil frenar el tick nervioso de querer agarrar el teléfono cada dos minutos para revisar lo que está sucediendo en la redes, prácticamente se ha convertido en un acto reflejo, pero logré mitigarlo en la medida de lo posible gracias al apoyo de algunos placebos.

El primer placebo fue WhatsApp, en algún momento pensé en eliminar los sopotocientos grupos en los que estoy metido y en los que hay continua activad día y noche, pero al final decidí no salirme porque en muchos de ellos hay gente querida que está lejos, o no tan lejos, pero al fin y al cabo son gente querida; otros grupos si pudiesen ser prescindibles, así que capaz y termino cortando cabezas, aún estoy decidiendo eso. El hecho es que terminé poniéndome más participativo de lo normal en estos grupitos de wassakkk, así que en el fondo tengo un poco de remordimiento de conciencia por ello.

El otro placebo lo conseguí revisando continuamente la cotización del Bitcoin y el valor actual de mi inversión en dicha criptomoneda. Ayer pasé todo el día es ascuas viendo cómo se desplomaba el precio del BTC; menos mal que fue un desplome sutil, y que para el momento en que estoy escribiendo estas líneas, mi inversión está algo por encima del capital invertido. Compré Bitcoins desde hace años, di tumbos, gané, perdí, volví a ganar, pero la verdad es que nunca había estado tan activo revisando la cotización; creo que el mundo del trading me está llamando y tal vez estoy experimentando la primera fase de inserción en este mundillo.

De resto, la verdad es que el día estuvo bastante bien, trabajé en mis oficios habituales, hice ejercicio, comencé a leer un libro de lo más interesante que se llama “Wealth Preservation”. La enseñanza que me dejó lo que leí ayer se traduce en que lo más aconsejable para conservar la riqueza cuando uno está invirtiendo es tener un nivel de gastos que no sobrepase el 3% o 4% como máximo del monto total invertido. Evidentemente a esto hay que sumarle tasas de inflación, y de retorno de la inversión, pero si nos mantenemos entre un 3% o 4% de gastos con un retorno de la inversión de un 10%, podríamos estar relativamente tranquilos. He aquí el tip financiero del día.

También intenté hacer música, pero resultó casi imposible ya que se fué intermitentemente la luz en mi casa durante todo el día… ¡Gracias revolución bonita! Ayer también comencé a dictar un nuevo curso de DJ, y mis dos alumnas llegaron casi una hora tarde a su primera clase, me tocó regañarlas el primer día. Menos mal que tenía batería en el portátil, ya que, así pude darles la primera clase teórica en medio de la oscuridad del apagón que casualmente solo afectó a mi edificio.

En fin, tuve un día bastante normal, no niego que pensé varias veces de manera instintiva en abrir Facebook, Instagram o TikTok, pero NO LO HICE. Primer día y prueba superada, continua el reto de “El día que dejé las redes sociales”.

 Agradezco muchas todas las manifestaciones de apoyo de amigos y conocidos que leyeron el primer artículo y me escribieron por WhatsApp, por lo cual la invitación sigue abierta para que me acompañen en estos 30 días de apagón digital.


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